martes, 25 de octubre de 2011

Cuando hago un PUNTO es cuando te necesito


Este es un punto. A veces hago punto y paro. Veo a mi alrededor, y lo que quedó adentro. No son hechos, no son acciones, ni siquiera son recuerdos: son amores.
Amores reales, vividos con cada pedazo de persona que fui y que a veces me gusta volver a buscar. La busco y allí está.
Sé que esa persona que fui en cada amor, está en un rincón; guardando ese amor para ese ser a quién atravesó. Y allí, en ese rincón, estoy. Puedo verme como un otro; a veces, apenas puedo reconocerme. A veces ingenua, a veces impulsiva, torpe, apasionada o llorosa. A veces, a veces, a veces. Miles de amores de todo tipo, de abuelos, de mares, de lluvias, de hermanos, de amigos, de escuela, de playas y de hombres. Hombres, los amores de hombres que aún me aman. Todos esos amores guardo, porque, aunque en cada uno fui un ser igual y también distinto me gusta encontrarme en ellos y sentirlos. Estoy abrigada.

miércoles, 23 de marzo de 2011

Dimensiones sin tiempo

Baldosas flojas, el paso izquierdo y el derecho intermitentes le mostraban el camino seguro que evitaban los charcos. El amarillo con ranuras conservaba no solo la penumbra típica del crepúsculo vespertino, sino también su silencio en ese recorrido maquinal y herrumbroso. La lentitud no era por años ni por enfermedad, solo se había vuelto lenta. Todo lento. Quizá el tiempo, también, ahora era lento gracias a esa lluvia de gotas pequeñas y esparcidas que aminoraban cada acto.
Eludida de la realidad, desentrañaba un fragmento. Un recorte. Una chispa de tiempo inconsolado, de esos que no se quieren dejar morir en el olvido, que sobrevive acurrucado en un escondite de la memoria, resguardado. Solo para uno y solo para esos momentos casi tristes.


Un recuerdo, Un recuerdo que me envuelva y me consuele del miedo. De los miedos. Un recuerdo donde poder revolcarme, blanda y liviana, sobre un sustento cálido.
Levemente llega, con una lluvia casi como esta, en el final de otro crepúsculo sobre una pequeña terraza oscura. Pequeña…, pequeña era la terraza. Solitaria y quieta. Olvidada tras una persiana vieja que pocas veces se abrió, pero que el húmedo calor esa noche la mantenía abierta y llena de promesas. Pequeños también eran los cuerpos bajo la eternidad por partes estrellada, con gotas que los mojaban a un solo ritmo, en un solo latido, con los brazos abiertos extendidos, las manos enlazadas y los rostros al agua. Un instante recortado. Recortado del olvido para besarme en un día gris como el de hoy y elevarme a esa dimensión instantánea. No hubo tiempo, no hay tiempo. No es hoy, ni mañana, ni ayer. Recuerdo único, eterno y proyectado especularmente hacia el interior de mi cielo. - cris -

sábado, 26 de febrero de 2011

El coronel comprobó que cuarenta años de vida común, de hambre común, de sufrimientos comunes, no le habían bastado para conocer a su esposa. Sintió que algo había envejecido también en el amor.




de "El coronel no tiene quien le escriba". Gabriel García Márquez

viernes, 18 de febrero de 2011

Boggio, era un día de despedida.

Cuando nos cruzamos con Pulti caminando la noche del 30 de enero por Playa Grande, solo fue para pedirle tu teléfono. Fernando dijo: - seguro esperaba que nos quejáramos de algún bache marplatense. Con asombro, cortó una comunicación y nos quedamos hablando unos diez minutos de vos, nos dio un celular y al día siguiente nos estaba pasando la manera de ubicarte.

Raro que contestaras un número celular. Fuimos directo a un cafecito, lleno de cuadros y un jardín atrás. Raro también que a las seis de la tarde te encontráramos después de ocho años de no vernos. Sorpresa para todos, y mucha alegría. Siempre flaco, con la misma media pelada y un atuendo boggiano lleno de collares, fuera de todo movimiento estético actual. Siempre Boggio y que todos se la chupen.

Nos sentamos con gaseosa helada y vos tu whisky, en una hora, sin detalles, nos abrazamos muchas veces y hablamos. Como siempre nos llenaste de consejos. Pude decirte todo lo que siento y he sentido desde que te conozco. El profesor fue la anécdota. Creo que nunca llegaste a percibir lo que nos has dado a cada uno: nos diste sustento, materia con la que poder trabajar, asirnos a la vida, moldearla y hacérnosla. Nos diste garra, desparpajo, descaro, impertinencia, pura pasión. Solo pasión.

Pude decirte, ése día, que fuiste – sos – una bisagra fundamental en mi vida. Mi vida, una vida común de una persona común, condimentada con cada cuento de Borges, Cortázar, Galeano, Eco, Saenz, Onetti, Blanstein, Castillo, Bioy y miles. Pasión a la literatura que es “descubrir lo que está y no se ve” o “un poco de locura que nos salva de la locura absoluta”. Y así como me hiciste tamaño regalo, sé que a todos quienes pasamos por esos extraordinarios talleres tuyos nos abriste un universo impresionante, con la posibilidad de la creación, de todas las posibilidades de la propia creación sin límites.

Daniel, ¿te diste cuenta de eso? - Yo sé, yo sé me contestaste, cortándome la frase; por suerte insistí y también te dije que te quiero, mucho. Que has sido un amigo, pero sos un maestro.
Eso fue el 31 de enero. – Cuándo vuelvan en febrero, me llaman a casa y les hago un asado. Daniel, quiero ese asado.
-Cris-


http://www.lacapitalmdp.com/noticias/Espectaculos/2011/02/18/173430.htm?ref=ar