domingo, 21 de junio de 2009

Lo primero que escribí para Boggio en el 1997

Los dos paredones lo protegían del viento, la arena pegaba en la cara y en los pies, casi una hora estuve mirándolo. Parpadeó dos veces. Poco entendí: tanta tranquilidad en su mirada y tanto desamparo en su cuerpo.
Un manta vieja, una taza, unas cajas, unos diarios.
Esta vez no pude pasar de largo. Pensé hablarle, quizá una taza caliente de café, o algo que comer (quizá esté perdido; quizá salió y no supo volver). Si al menos le alcanzo algo que comer..., no sé que hacer, quizá alguien sepa quién es.
Iba y venía pasando delante de él, que sé yo, debía tener más de 80, tan desvalido como 80...
Debí interrumpir su mirada tantas veces..., entonces, detuve mi paso y lo vi.
Volvió la cabeza. Una seña. Me senté a su lado.

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