“[…] ojo no comas calamares si no están bien
transparentes; y la merluza… que esté firme el filete, durito entendés, sin
desarmarse”…
Esas fueron tus palabras una de las últimas veces que
supe de vos; no puede haber más cariño en esa frase. Fuera del contexto de la
carta, llegaba semana santa y por las dudas agregaste eso. Me hace sonreír. Me
da ternura.
Que pena tan grande me genera saber que de nuevo te
evaporás en el aire. Que de nuevo no sos capaz de cuidarme y un viento costero
te sopla. Esa es la sensación: apenas te acercás y algo te aleja. Y me siento
triste.
Volvió un sueño, otra vez, y otra vez: te volvía a
buscar, solo para contarte como nos habían separado y no me dejaban llegar a
vos. Te negaban, te ocultaban, te vigilaban. ¿Dónde estás? ¿Porqué te rodean
así? ¿Por qué no logro alcanzarte? Solo alcanzarte para decirte, para que
sepas, que nunca dejé de amarte.